Margarita Llada. El Poder Creador de la Conciencia, Argentina,
editorial Dunken, 2013. Páginas 51 a 53.
Conciencia, Energía y Manipulación Mediática
“Los métodos para organizar la energía han tenido una expansión fenomenal
durante el siglo XX. De la mano del crecimiento de las comunicaciones, las posibilidades
concretas de influir en la mente y las emociones de individuos y grupos adquirieron un
protagonismo inaudito en la vida humana.
Es impensable
abstraerse del influjo de la publicidad, de las movilizadoras noticias, de la
influencia de formadores de opinión, de los imaginarios que moldean lo
cultural.
A modo de
ejemplo. Observemos como las fuerzas organizadoras de las realidades actuales
generan deseos, expectativas y consenso en la opinión pública con el propósito
de “obtener
el máximo beneficio para sus productores”. Por todas partes publicidades, discursos
económicos y políticos anuncian subliminalmente: “todos
pueden –potencialmente– acceder a estándares de vida elevados” o “los beneficios
del progreso están al alcance de todos por igual”.
Me pregunto, ¿se
desconoce que para la mayoría de la población mundial (más del 50%) resulta,
literalmente, una quimera acceder a dichas propuestas? ¿Y qué con los modos de
extracción, producción, distribución, consumo y desechos reinantes sería
ciertamente insostenible? Como sabiamente lo expresó Mahamad Ghandi en 1948: “Si la
India aspirara a que todos sus habitantes posean el nivel de vida del Reino
Unido, necesitaríamos dos planetas”.
Numerosas
organizaciones sociales indican que más de la mitad de la población mundial
transcurre su existencia en condiciones de pobreza absoluta o relativa: sin
trabajo remunerado, sin viviendas dignas, en condiciones de insalubridad, en estado
de desnutrición, con dificultades de acceso a la educación. El sentido común
indica
que el número crecerá aceleradamente como consecuencias de la escalada de
“ajustes y recortes” en todo el planeta.
Sin embargo,
cotidianamente, se incrementa la publicidad (referida a cualquier producto o
servicio) exhibiendo suntuosas casas y piscinas, personas con “figura
perfecta”, coches espectaculares, placeres inasibles. Las representaciones simbólicas
de posibilidades irreales nos avasallan.
En la privacidad
de nuestro hogar o en la calle o donde transitemos, somos prisioneros de
propuestas intempestivas, confusas y engañosas que aspiran a convencernos de lo
imprescindible, o beneficioso, que es ceder a los estímulos del consumo. Otros
utilizan ingeniosas sutilezas en procura de consenso o adherencia a tal o cual
opinión.
¿Qué rol tenemos
en la organización de estos intercambios energéticos? ¿Cómo participamos en la creación de las fuerzas organizadoras de la
realidad? Cada uno de nosotros desempeña algún rol en la
organización de lo percibido (rol en un grupo, cultura o sociedad) que garantiza cierta dinámica
de los intercambios
energéticos dentro
de algún el estadío de conciencia. Todos, de alguna manera, participamos en la creación de
la realidad: respondiendo
instintivamente, deseando, significando, simbolizando o siendo generadores.
Una parte de la
población educada, los intermedios, entre el 35 al 45% de los habitantes del
planeta estamos inmersos en los sistemas educativos, por lo tanto, recibimos
formación –implícita o explícita– en técnicas para el “manejo de lo simbólico”. Somos
nosotros, “los educados”, quienes tenemos posibilidades (por las habilidades
adquiridas) de desempeñar roles de comprensión o de significación o,
eventualmente, de generación de las realidades percibidas.
Más allá de
“aisladas” excepciones, en la estructura profunda de los sistemas educativos
vigentes subyace el estadío de conciencia Egocéntrica. Ellos promueven el
desarrollo de “destrezas” para crear y simbolizar realidades que dinamicen la energía hacia: la concentración individual, en oposición a la distribución
colectiva; la acumulación en el corto plazo, a expensas del equilibrio en largo
plazo; lo perentorio, sobre lo perenne; la manipulación, en detrimento del
correcto fluir.
Detrás, y
distante de la visión pública, existe un escaso grupo: menos del 3 % de la
población mundial: un selecto linaje y hombres de poder que ocupan roles de
generadores de la realidad percibida por la conciencia colectiva.
Según su intencionalidad,
dinamizan
los intercambios de energía –entre los seres humanos y en el planeta– mediante:
imaginarios, símbolos, mitos e ideologías; el control de los Estados y
Organismos Internacionales; las teorías que subyacen en los sistemas políticos,
jurídicos, educativos, económicos, monetarios y financieros.
La fuerza,
dirección y propósito, del actual minúsculo grupo dominante, transita el estadío de conciencia Egocéntrica, por ende,
tienen la intencionalidad
de concentrar
la energía en torno a sí mismos. Los artificios para lograrlo son múltiples: el entramado avasallante
de mensajes simbólicos; irresolubles conflictos; difusión capciosa de “secretos
esotéricos”49; propagación del miedo; etcétera.
Afortunadamente,
resulta alentador el impacto que, en múltiples ámbitos, provoca el progreso
en conciencia de muchos seres humanos. Desde lo educativo, empresario, social,
religioso, jurídico y político, nuevos estadíos de conciencia pujan provocando
inestabilidades y transformaciones en los resistentes sistemas vigentes. Al
presente, muchos están desempeñando roles (de comprender, simbolizar y generar)
en la organización de las realidades percibidas –dentro– de estadíos de
conciencia más evolucionados que la Egocéntrica.
¿Cómo, cuándo y
por qué emergen determinadas las fuerzas poderosas? ¿Por qué toman una
dirección específica? ¿Cuál es su propósito o finalidad? ¿Cómo se organiza la
vida colectiva e individual entorno a ellas?
Quizás,
iluminando detrás del telón de lo aparente, encontremos cómo lo
subjetivo se representa en lo objetivo. Tal vez, descubramos que podemos ser productores,
directores y actores lúcidos de la obra prima: la evolución de la especie humana.”